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Sistema Major

CATEGORÍA:  AventurasHistoria

ETIQUETAS:  BeniowskicódigoHérigonmajornombresnúmerosWinkelmann

 23/10/2019

Hace poco, leyendo un libro de mnemotecnia me sorprende el siguiente pasaje:

Existe un método para memorizar números llamado “sistema Major” gracias a la labor realizada por Major Beniowski en dar a conocer el método. El sistema original fue desarrollado en Francia en el siglo XVI ("Mnemonic Major System").

Si me llama la atención es por una simple razón: todo cuanto afirma es falso. Desconozco cuales pueden ser las fuentes del autor pero, desde luego, como suele decirse, ¡no da pie con bola!

Analicemos el tema.

El supuesto «sistema Major» o major system es el nombre que se inventó Tony Buzan en los 80 para referirse a lo que todos conocemos como código fonético o código numérico.

Con ello pretendía distinguir dos formas de representar los números, una mediante el código fonético (major system, sistema mayor o principal), otra mediante el antiguo sistema donde cada número equivale a algún objeto de silueta similar al trazo de dicho número (1 = un lápiz, o una vela; 2 = un pato, o cisne; etc.).

Es decir, que lo de «major» nada tiene que ver con Beniowski, al que habitualmente se cita como major Beniowski simplemente porque era un militar con grado de mayor o comandante (major en inglés).

De hecho, antes de la aparición de Tony Buzan no encontramos referencia alguna a ningún «major system». Y Beniowski, que es una figura del siglo XIX, no destaca especialmente por usar el código fonético, que si llegó a alcanzar cierta difusión fue por el trabajo de otros autores (en esto Beniowski influyó poco).

Respecto al desarrollo del sistema original, se inicia en el siglo XVII (no XVI) y en Alemania (no Francia) a partir del trabajo que publica Winkelmann en 1648 titulado Relatio Novissima ex Parnasso de arte reminiscentiae.

La confusión con Francia seguramente se deba al común error de atribuir el invento al matemático francés Pierre Hérigon, que expone algo parecido en su Cursus mathematicus de 1634, pero sin que su idea llegue a tener influencia alguna en la mnemotecnia (véase La pastilla verde, capítulo 12, pág. 125).

Pero si señalo todo esto no es con el propósito de ridiculizar a nadie (al fin y al cabo, yo también me he equivocado más de una vez) sino como denuncia, en cierto modo, de lo que considero una práctica poco ética.

¿Por qué se inventa Buzan lo de «major system»? En la época este sistema era generalmente conocido como «peg system» —cortesía de Harry Lorayne—, que en español he visto traducido como «sistema de clavijas», «sistema de perchas» o incluso como «sistema del colgadero».

Si Tony Buzan se hubiera presentado exponiendo el peg system no hubiera llamado la atención de nadie, no sería más que otro oportunista dándole vueltas al mismo asunto. Pero anunciando un nuevo y revolucionario —y desconocido— major system sin duda captaría mucho más interés, aunque en el fondo esto no fuese sino una reiteración de lo ya conocido.

Por tanto, si lo de rebautizar viejas técnicas con nuevos nombres funciona bien como estrategia de marketing, ¿por qué no hacerlo? Además, otorga cierta aura de genio al inventor (inventor del nombre, que no de la técnica) lo cual también ayuda a vender el producto —y a hinchar la vanidad de alguno, sospecho yo—. Simplemente cambias dos detallitos, dándole un toque personal para que no te puedan acusar de plagio, y listo.

Pero lo cierto es que todo esto acaba provocando un auténtico caos en el mundo de la mnemotecnia, pues te encuentras con la misma técnica descrita de mil formas y con mil nombres distintos.

Al final ya no sabes ni cómo llamar a las cosas, y atribuir la invención a éste o aquél prácticamente es garantía de equivocación. Así es como acaban surgiendo absurdos como el pasaje que reproducía al inicio de este texto.

Esto me ha hecho pensar alguna vez en la conveniencia de que existiese algún tipo de organismo internacional encargado de poner cierto orden redactando unas normas y nombres estándar, igual para todos.

Pero intuyo que esto sería un trabajo vano, ya que en la búsqueda de rentabilidad y beneficios la ética y buen hacer acostumbran a tener un grado de prioridad bastante bajo; al final, con estándares o sin ellos, nos quedaríamos igual.

Sospecho, pues, que habrá que seguir conformándose con admirar la inventiva de algunos a la hora de renombrar las viejas técnicas de siempre.

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