27/1/2020
27/1/2020
Reconozco que soy un apasionado por la historia de la mnemotecnia. Esto resulta evidente al hojear La pastilla verde o el más reciente título En busca de la memoria perfecta. El motivo, más allá de la innata curiosidad por descubrir mundos pasados, es que he aprendido más de mnemotecnia leyendo viejos tratados que libros actuales. O, mejor dicho, las técnicas las he descubierto leyendo a autores contemporáneos pero la esencia, el porqué, lo he comprendido examinando documentos escritos hace siglos (literalmente).
Un caso concreto es el de Eiximenis y su Ars praedicandi populo redactado en fecha incierta, pero aproximadamente poco antes de 1378.
Se trata de un manual para predicadores, género que estuvo de moda principalmente entre los siglos XIII y XV y que en ocasiones, como en este caso, incluían la descripción de algunas ayudas a la memoria que auxiliaran al predicador en su oficio de componer y exponer sermones.
Intrigado por descubrir uno de los escasos ejemplos que tenemos de mnemotecnia medieval, me dispuse a examinar el texto de este fraile franciscano gerundense pero con un pequeño problema: tan solo disponía de una copia del texto en latín y una traducción al inglés de la historiadora Kimberly Rivers (Xavier Renedo Puig había publicado en 2009 una versión en catalán de la que no tenía constancia; en castellano no apareció hasta hace bien poco, en el año 2018, cuando Pedro Rafael Díaz Díaz pudo finalmente llevar a cabo su viejo proyecto de traducción).
La cosa es que se me dan bastante mal los idiomas, siempre he sido más de números que de letras; en su día la asignatura de latín la aprobé digamos que «con malas artes», y respecto al inglés... baste con decir que cuando la profesora quería asegurarse de que habíamos aprendido la lección, siempre me preguntaba a mí: si yo había sido capaz de entenderlo, es que lo había entendido todo el mundo.
Con estos precedentes me enfrenté a las palabras de Eiximenis, diccionario de latín a un lado, el de inglés al otro, y todo el ánimo que fui capaz de reunir.
Uno de los momentos álgidos fue cuando Eiximenis expone un modo de componer una ruta o itinerario para el método de los lugares aprovechando las ciudades que atravesamos durante un viaje (reproduzco el fragmento de la traducción de Pedro R. Díaz, ¡soy así de considerado!):
Así, pues, en primer término me imaginaré un camino en línea recta desde Roma hasta Santiago [...] las ciudades por su localización geográfica, como, por ejemplo, pueden ser éstas: Roma, Florencia, Génova, Aviñón, Barcelona, Zaragoza, Toledo y Santiago, situadas en línea recta.
Lo que me desconcertó fue el asunto de la línea recta.
No se puede ir en línea recta desde Roma hasta Santiago: partiendo de Roma, Florencia y Génova están hacia el norte, luego hay que torcer a la izquierda para pasar por Aviñón y descender para atravesar Barcelona, Zaragoza y Toledo para después volver a subir hasta llegar a Santiago.
Por más vueltas que le diese, no encontraba sentido. Incluso busqué mapas medievales cuya inexactitud permitiese unir estas ciudades en línea recta, pero no había forma. En un momento de frustración hasta me puse a discutir con un fallecido y ausente Eiximenis:
—A ver, buen hombre, ¿cómo vas a ir de Roma a Santiago en línea recta?, ¡es imposible!
La respuesta se me apareció un día cuando, casualmente, observé un mapa de las líneas del metro. Estos mapas no están diseñados con el propósito de reflejar una exacta realidad, sino para facilitar la comprensión de los lugares de forma que nos podamos orientar fácilmente.
Y ahí todo empezó a cobrar sentido.
Cuando preparamos una ruta para el método de los lugares, la cuestión principal es que con el pensamiento podamos recorrer estos lugares perfectamente y sin titubeos, ¿verdad? Por tanto, para que sea sencillo y la mente pueda pasar fácilmente de uno a otro, no podemos escoger lugares al tun-tun, uno aquí otro allá, sino que deben aparecer de forma simple y ordenada, siguiendo una línea recta, como en los planos del metro.
La línea recta equivale pues a orden, naturalidad en la sucesión de lugares (las ciudades propuestas por Eiximenis serían los lugares más destacados o conocidos en un viaje de Roma a Santiago, avanzando siempre en sentido oeste).
De acuerdo, quizás todo esto parezca una tontería, incluso que la cuestión es obvia, pero el hecho es que hasta ese momento yo había estado utilizando el método de los lugares sin percatarme de que un elemento clave en la eficiencia del sistema está en el correcto diseño de las rutas, cosa que hasta entonces hacía sin ningún criterio (por eso unas veces conseguía mejores resultados que otras).
Y eso lo descubrí leyendo en latín a un fraile franciscano del siglo XIV.
NOTA: Para quien esté interesado en el texto de Eiximenis, en el apartado de Historia - Documentos reproduzco el fragmento [3.7.2] del Ars praedicandi populo dedicado a la memoria (traducción de Pedro Rafael Díaz Díaz): leer.
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