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Breve Historia de la Mnemotecnia

Arte de memoria

Capítulo cuarto, que contiene algunos preceptos del todo necesarios para los estudiosos de esta arte

Ha llegado el momento de añadir como colofón de esta pequeña obra ciertos preceptos, con los que los estudiosos pueden aumentar mucho la memoria natural y también la artificial, y a partir de todo lo dicho recoger el mayor fruto.

Sea entonces el siguiente precepto el primero de todos: que, ante todo, intentemos comprender por completo cuanto queramos recordar largo tiempo; que pongamos nuestro mayor empeño en guardar la memoria de estas cosas, y que nos alegremos de recordarlas cuantas veces nos vengan a la mente de forma espontánea. Pues, de la misma manera que es difícil memorizar las cosas que uno no entiende o que recuerda con pesar, por el contrario, resulta facilísimo memorizar lo que se ha entendido bien, sobre todo si un cierto interés y afecto nos llevan a recordarlas. Así es, justamente, como estas cosas se imprimen mejor en nuestra mente, y por ello es más difícil que puedan borrarse.

En segundo lugar, es conveniente que todos los estudiosos de esta arte nos esforcemos con esmero en no permitir que, por el ocio o la indolencia, languidezca la capacidad de recordar que está presente en nuestras mentes o que ha sido adquirida con nuestro trabajo y estudio, sino que procuremos memorizar algo nuevo cada día, tal y como prescribe Quintiliano. Pues con el ejercicio moderado y persistente se acrecienta mucho la memoria, y no hay nada que aumente tanto si cuidamos de ello, o que perezca a causa de la negligencia.

En tercer lugar, quisiera que todos tuvieran en cuenta lo siguiente: cuando quieran memorizar voluntariamente algo nuevo que hayan leído, visto u oído, que mediten sobre ello tres y cuatro veces. Y es que a menudo, lo que comprendemos lo recordamos rápidamente, y, si tuviéramos tiempo, convendría incluso que de viva voz repitiéramos una o dos veces lo que queremos memorizar; pues la memoria se reafirma con la pronunciación y la audición, tal y como declara Fabio y la experiencia enseña, siempre y cuando sea en voz baja, para no aturdir a la memoria.

Y si alguien añade alguna imagen a un lugar, con el propósito de memorizarla, que siempre recapacite lo que ha hecho, pues esa reflexión reafirmará fuertemente a la memoria; de otro modo, la imagen grabada se borraría fácilmente. Y en este punto me veo en la obligación de dar por válido el ejercicio de los Pitagóricos, quienes, según transmite Cicerón en su libro Sobre la vejez, al caer la tarde rememoraban todo lo que habían dicho, visto u oído durante el día; pues el transcurso de la noche, cuando las facultades animales se aletargan, reforzará vigorosamente todo lo que recordemos haber confiado a la memoria durante ese tiempo.

Y no en menor medida quisiera decirles a todos, en cuarto lugar, que es provechoso aplicar interés y meditación constantes para retener en la memoria las cosas que ya están grabadas en ella de forma natural o artificial. También es conveniente repasar mentalmente los lugares y las imágenes, pero de vez en cuando, pues, como dice Cicerón, el interés conserva íntegras las formas de las imágenes. Y del mismo modo que Ptolomeo dice que la meditación es la llave de la ciencia, así lo es también, sin duda, de la memoria.

Y al igual que las imágenes descuidadas, y por así decir cubiertas de moho, desaparecen con facilidad, del mismo modo, también la práctica reiterativa de esta arte, además de que resultaría muy fatigosa, confundirá a la memoria natural y perjudicará seriamente al ingenio e incluso a la propia memoria artificial. Y para evitar estos problemas bastará con inspeccionar una o dos veces al mes las cosas que se han memorizado. En efecto, podremos repasar en una hora lo que normalmente se tarda en decir tres horas seguidas, especialmente cuando uno se ha acostumbrado a este ejercicio.

En quinto lugar, para que este trabajo nuestro no le acarree a nadie trastorno alguno (¡ojalá sea así!), me gustaría que todos tomaran nota, sobre todo y principalmente, que no es oportuno que nadie use esta arte de memoria para cualquier cosa, ni que se aplique continuamente a su práctica, pues esto dañaría el ingenio y la memoria natural; por el contrario, será conveniente usarla para algunas cosas notables, destacadas y muy dignas de ser memorizadas. El arte de memoria también debe estar al servicio de lecciones, discursos y debates improvisados o mucho más largos de lo habitual, para que no se nos olviden fácilmente.

Pero para lo demás, la memoria natural se bastará con el apoyo de la comprensión, el orden y el interés; sobre todo si usamos una especie de memoria del lugar o posición de las hojas de nuestros libros o de las letras o figuras que allí se encuentran, ya por casualidad, ya porque nosotros mismos las hemos trazado para este fin en los márgenes, y, sobre todo, al comienzo de las cláusulas u oraciones. Y por esta razón, los maestros consideran mucho más adecuados los libros provistos de mayores márgenes y páginas de mayor tamaño, además de letras de diversos tipos. Y es que en los libros pequeños se produce confusión, y si hay multitud de páginas con las conocidas estrecheces, todo ello también dificulta en gran medida a la memoria, porque le impide claramente desempeñar su tarea con libertad.

Y que tampoco nadie sea tan supersticioso o escrupuloso a la hora de elegir o usar los lugares o las imágenes del modo que hemos señalado más arriba, como para no sentirse libre de elegir con otro método y otra medida los lugares, o de constituir las imágenes que prescribimos, y como para no esperar que, en definitiva, logrará el mayor fruto de esta arte, cuando haya elegido los lugares y las imágenes que parezca que más fácil y libremente pueden excitar su recuerdo de cada cosa. En efecto, unas cosas estimulan más a unos, y otras son más fáciles para otros, y ante tanta diversidad de ingenios y de memorias no puede haber un mismo método para cada individuo.

Quisiera, por último, que todos los estudiosos de esta arte observaran esto: que huyan con firmeza de las aglomeraciones, el griterío, las revueltas y el estrépito, así como también de los continuos banquetes y la borrachera, pues, según asegura Quintiliano, para este asunto ayuda mucho la buena salud, una buena digestión y un alma libre de preocupaciones, y, como dice Solino en su capítulo séptimo, no hay nada que a causa del miedo, los accidentes, la enfermedad o el paso del tiempo se consuma o pierda su vigor con mayor facilidad que la memoria. No obstante, si alguna memoria estuviera perjudicada por estas causas o el uso del recuerdo resultara imposible, pueden aplicarse medicamentos muy saludables gracias a los cuales quizá podamos devolver a los así aquejados su anterior capacidad de recordar, medicamentos que nos proponemos publicar en un futuro próximo de forma resumida, con la ayuda de Dios, si vemos que este sencillo servicio nuestro a los estudiosos es recibido por ellos con buen ánimo.

FIN

Impreso en la calle de los Moros, en Salamanca.
El 15 de marzo del año 1536


Para citar este trabajo, utiliza la siguiente referencia:
SEBASTIÁN PASCUAL, Luis. Breve historia de la mnemotecnia [en línea]. Texinfo ed. 1.2. Mnemotecnia.es, Febrero 2014 [ref. de 26/03/2023]. Disponible en Web: <https://www.mnemotecnia.es/bhm>.

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