El renacimiento
Lectura
recomendada:
En busca de la memoria perfecta: episodios en la historia de las técnicas de memorización
A finales del siglo XV se producen una serie de hechos que darán lugar a uno de los periodos más fructíferos e interesantes de la mnemotecnia.
Por un lado, aparecen los primeros textos dedicados exclusivamente al ars memoriae. Si hasta ahora esta materia la veíamos como un capítulo dentro de una materia mayor, por estas fechas aparecen los primeros manuales dedicados exclusivamente al arte de la memoria, como el Ars memoriae de Publicius (hacia 1475, aunque se conoce más por su inclusión en el Oratoriae artis epitome de 1482) o el Phoenix de Pedro de Rávena (1491).
La aparición de la imprenta, que ya empieza a estar presente en algunas las principales ciudades europeas, va a propiciar la rápida difusión de estos textos, que tienen muy buena acogida. La prueba es que durante el siglo XVI los manuales de mnemotecnia se cuentan por docenas, llegando algunos a convertirse en auténticos best-seller. Entre los más reconocidos hoy, por ser quizás también los más completos, está el Congestorium artificiose memorie (1520, aunque generalmente se cita la edición de 1533) de Johannes Romberch y el Thesaurus artificiosae memoriae (1579) de Cosmas Rossellius.
Desde el punto de vista mnemotécnico, la novedad es el método del abecedario (un método loci donde los lugares se cambian por letras y la ruta es el abecedario). No es que el sistema se invente ahora, su origen probablemente esté en la edad media (Boncompagno da Signa ya menciona algo sobre unos «abecedarios de imágenes» en su Rethorica Novísima de 1235) pero es por estas fechas cuando aparecen los primeros alfabetos visuales y encontramos la explicación del sistema, así como diversas variantes.
La más atractiva, con sus ilustraciones, es el sistema letra/figura, donde cada letra se representa mediante algún objeto cuya figura recuerda la forma de la letra en cuestión: la A es un compás abierto o una escalera de tijera, la B un laúd, la C una herradura, etc.
La más prolífica es el sistema letra/inicial, donde cada letra se representa mediante algo cuyo nombre empieza por la letra indicada. Se pueden crear listas con amigos y conocidos (A: Antonio, B: Benedicto, etc.), con animales (A: Aguila, B: Buho, etc.), con oficios (A: Abad, B: Barbero, etc.), con objetos (A: Atril, B: Ballesta, etc.), con órganos del cuerpo (A: Auris [oreja], B: Barba, etc.).
El siguente paso, evidente, es sustituir las letras por números. Y, así, los alfabetos visuales dan paso a los primeros casilleros numéricos compuestos con el sistema número/figura, donde el 0 es una calabaza, el 1 un cuchillo, el 2 una hoz, etc.
También aparecerá otra forma de representar números, mediante un sistema que podríamos denominar número/símbolo, ya que cada número se sustituye por un objeto que, no por su figura, sino por alguna otra propiedad, recuerda al número en cuestión. Por ejemplo, el 1 podría ser el ave Fénix, que sólo hay una; el 2 serían unos zapatos, que siempre van de dos en dos; 3 sería un triángulo, objeto de tres lados; etc.
Pero al mismo tiempo que la mnemotecnia alcanza un auge sin precedentes, también van cogiendo fuerza algunos argumentos desfavorables. Los humanistas del renacimiento, por ejemplo, eran en su mayoría contrarios a las técnicas de memorización: consideraban que estas técnicas tan sólo facilitaban la repetición mecánica, como el loro que pronuncia unas palabras sin saber lo que está diciendo. Para Erasmo de Rótterdam, Luis Vives y muchos otros, la verdadera memoria era aquella derivada del estudio, análisis y comprensión de la materia, es decir, del conocimiento; cualquier otra cosa les evocaba oscuras prácticas medievales donde estudiar era repetir las palabras del profesor sin ser consciente de su significado.
Por otro lado, no debemos despreciar el factor religioso. Desde la edad media el arte de la memoria se presenta estrechamente vinculado a la iglesia católica, más cuando se busca —y a menudo se encuentra— una relación entre el marcado simbolismo de los elementos religiosos y esas imágenes mnemotécnicas que componemos en nuestra mente para recodar datos. Desprestigiar y rechazar la mnemotecnia, con sus reglas para crear imágenes pecaminosas que atentan contra el espíritu, será una forma que tienen los protestantes de remarcar su identidad en contra del catolicismo.
Todo esto, sumado a otras cuestiones igualmente desfavorables, hará que a principios del siglo XVII el arte de la memoria esté ya en franca decadencia. La sentencia final suele atribuirse a Descartes, cuando en su Cogitationes Privatae (1619-1621) llama necio —literalmente— a Lambert Schenkel, el maestro de mnemotecnia más conocido de la época. La mnemotecnia pasará a ser una materia marginal, totalmente ignorada, cuando no desprestigiada, en el entorno académico o intelectual.
Para citar este trabajo, utiliza la siguiente referencia:
SEBASTIÁN PASCUAL, Luis. Breve historia de la mnemotecnia [en línea]. Texinfo ed. 1.2. Mnemotecnia.es, Febrero 2014 [ref. de 09/12/2024]. Disponible en Web: <https://www.mnemotecnia.es/bhm>.
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