Este pequeño libro provoca una sensación curiosa: parece que estemos ante una versión actualizada de aquello que escribía Quintiliano en tiempos de la antigua Roma, pues trata el clásico método de los lugares tal como lo expuso el rétor romano aunque, eso sí, con el nuevo nombre de «palacios de la memoria».

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Te escribo para plantearte la posibilidad de incluir esta obra en la sección de libros.

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Antes de que emergiera la figura de Harry Lorayne, durante los años cincuenta del siglo pasado hablar de mnemotecnia era hablar de Bruno Furst, abogado de origen alemán, pero asentado en Estados Unidos, más concretamente en Nueva York, donde alcanzó fama con sus cursos de memorización.

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Es este el primer libro que Albaigès dedica a la mnemotecnia. Se trata en esencia de una recopilación de todo aquello que el autor ha ido descubriendo en las lecturas de otros libros dedicados a esta materia; tras pasar por el tamiz del sentido común y demostrar alguna utilidad práctica, Albaigès lo incorporará a su texto para formar una obra, no diré que imprescindible, pero sí muy adecuada para quienes buscan una ayuda a su memoria —como reza el título— o, dicho de otra forma, descubrir las claves de cómo lograr una memoria más eficiente con el uso de la mnemotecnia.

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Hay libros —no por eso dejan de ser buenos libros— que básicamente son una recopilación de técnicas (Tony Buzan, por ejemplo); otros se centran principalmente en la experiencia del autor con esas técnicas o las que ellos mismos puedan haber improvisado (Dominic O’Brien, por citar otro ejemplo).

Ni unos ni otros son el modelo ideal para dar el primer paso en el mundo de la mnemotecnia, objetivo que sí alcanza satisfactoriamente Albaigès con este texto.

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Tras dedicar las últimas entradas a libros en donde la mnemotecnia tan solo ocupa un lugar secundario, me apetecía esta vez centrar mi atención en un texto enfocado enteramente a las técnicas de memorización.

Y para estar seguro de no errar el tiro, he escogido en esta ocasión una obra firmada por el gran Harry Lorayne.

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Aunque manejo un ejemplar de 1974, esta obra se imprime originalmente en 1943 con el propósito, según señala el autor, de «formar buenos estudiantes» y con ello servir «a mi Patria [México] en una de las actividades más nobles: la educación».

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Las similitudes de este libro con el comentado en la entrada anterior (véase Desarrollo rápido de la memoria) no se limitan al título: se publican por las mismas fechas —éste unos años antes— y transitan ambos por los mismos derroteros; la coincidencia en algunos puntos es tal que sospecho que el autor italiano más de una vez tomó este libro como referencia (hay una primera edición en italiano, Metodo Radar per lo sviluppo rapido della memoria, de 1960).

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A pesar de publicarse en la década de los sesenta parece éste un libro viejo, más propio de tiempos pasados que de esas fechas. En un momento diré porqué.

Apuntar primero que, como bien señala el título, el autor persigue el objetivo de mejorar nuestra memoria. Con este propósito se tiene a bien dividir la obra en tres partes:

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Si alguien creía que los misterios alrededor de la obra de Atkinson terminaban con lo dicho en las entradas anteriores (véase Nuestra memoria y el modo de utilizarla y La educación de la memoria) se equivoca de largo.

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